viernes, 3 de octubre de 2008

UNA DE MISTERIO, EL CASO DE LOS LUISES

A NUESTROS VISITANTES: Ross Cantú, periodista e investigadora del fenómeno paranormal, sacó de sus archivos personales, la siguiente historia, la ponemos a su consideración para los comentarios a que haya lugar, dice Ross:
Cuantos casos como el que a continuación relataré, suceden a diario y todo porque la ambición, cuestión muy natural en algunos, los ciega y a veces se cometen injusticias.
Se pensará que es un relato sacado de alguna novela o bien producto de mi imaginación, pero lo que aquí les diré, es un caso bien investigado y queda a su consideración, pidiéndoles a mis amables lectores de antemano comprensión en la identidad de cada uno de los personajes, pues han sido cambiados los apellidos para no herir susceptibilidades.
Don Luis Esparragoza y Linares, viejo inmigrante de la Península Ibérica, logró a través de los años de tenaz trabajo, acumular una gran fortuna y poseedor de una mansión en el centro de aquella ciudad.
Como compañera de toda su vida tuvo a su fiel esposa Josefa del Real conocida y querida por propios y extraños como Doña Pepa. Como dato adicional diré que aquel matrimonio nunca tuvo hijos, sustituyendo el amor maternal hacia el hijo de la mucama Flora quien desde que enviudó se dedicó a servir en aquella enorme casa.
Luis Antonio Mejía, hijo de Flora llamaba a Doña Pepa “Mamá” con mucha propiedad, a su vez ella se dirigía a el como “Mi hijo”.
Pasó el tiempo, murió Doña Pepa y a los pocos meses, natural en los matrimonios que perduran por muchos años, también Don Luis murió.
Muy poca gente fue al velorio y poca gente también acompañó al viejo rico, pues tenía fama de tacaño, sin embargo pronto hizo su aparición de no se sabe donde, un abogado de nombre Luis Martínez, quien en pocos días “envolvió” a aquella mujer y a su hijo, para que de la manera mas atenta y rápida que pudieran, desalojaran la casa, a pesar de las súplicas de Flora que argumentaba que sus patrones les habían dicho que ahí se quedarían a vivir a su muerte.
Lo único que lograron fue que recogieran algunos desvencijados muebles y cosas inservibles que a manera de regalo aquel mal abogado les dio, no mas.
Suplicantes Flora y Luis Antonio lograron que los dejaran “vivir” en el cuarto de los trebejos mientras conseguían casa decente para vivir.
Entre las cosas que les obsequiaron estaba una figura de un perro Pastor Alemán de cerámica al que Luis Antonio, el hijo de Flora, le había tomado cierto afecto.
Y aquí comienzan a desenmarañarse algunos misterios: aquella figura de cerámica desaparecía casi a diario del lugar donde era colocada por su dueño. Mas de pronto aparecía de nuevo.
Un buen día y a la vista de Flora y de Luis Antonio, la figura del perro de cerámica, resbaló y dejó ver en su interior un rollo de papeles, que al revisarlos descubrieron que se trataba de la información bien documentada y a nombre de Luis Antonio Mejía como dueño absoluto de la casa y de las cuentas bancarias, que tenía dias buscando el abogado que trató de despojar al muchacho.
Unas personas bien intencionadas, supieron orientar a los verdaderos herederos, quienes formalmente tomaron posesión de la casa y del resto de los bienes que Don Luis Esparragoza y Doña Pepa del Real heredaron a Flora y a Luis Antonio, como compensación por los años que estuvieron a su servicio.
Se sabe que estas personas aún viven en esa casa y que con frecuencia ayudan a la gente desamparada, dándoles techo, alimento y abrigo, sobre todo en los fríos inviernos que azotan esta región.